La alta dirección ha reconocido que el inevitable trío formado por la incertidumbre, la volatilidad y los rápidos avances tecnológicos es una realidad imperante. Esto significa que la agilidad organizacional, es decir, la capacidad de cambiar de un momento a otro y adaptarse rápidamente a los acontecimientos, es una necesidad. ¿Cuál es la vía más rápida hacia la agilidad? Todos hemos escuchado hablar de ella: la transformación digital.
Si bien la transformación digital es quizás el objetivo empresarial más mencionado en los últimos años, la realidad es que las inversiones en tecnología de la mayoría de las empresas no logran los beneficios esperados y, a menudo, se quedan cortas o no profundizan lo suficiente. Según el whitepaper de IDC "Adaptable Architecture: The Backbone for Digital Business Models", en el que se detalla el valor de los modelos digitales y los obstáculos al cambio, existe un gran despilfarro, pues tan solo el 26 % de las empresas conseguirá la rentabilidad de la inversión prevista relacionada con sus inversiones en transformación digital.
La agilidad que necesitan los líderes empresariales actuales exige un modelo empresarial respaldado por tecnologías digitales en todos los procesos, tanto internos como externos. Ese modelo eminentemente digital requiere una arquitectura tecnológica con un "Core inteligente" caracterizada por la capacidad de adaptación y nuevas formas de pensar y trabajar. Esas son las principales conclusiones de la investigación de IDC.
La mayoría de las empresas no pueden adoptar un enfoque "greenfield", construyendo toda una estructura digital desde cero, ya que tienen sistemas legacy y deudas tecnológicas. De hecho, globalmente, el 85 % de las empresas tiene una plataforma principal de TI obsoleta. Solo el 15 % tiene una arquitectura tecnológica con capacidad de adaptación que sirva de base para los modelos empresariales digitales. Según IDC, es mucho más frecuente un enfoque de "islas de innovación" con proyectos de innovación digital independientes o un "modo sidecar" (dos entornos tecnológicos paralelos: uno de ellos ágil y orientado al cliente y el otro tradicional y orientado a la empresa).
Aunque estos dos últimos enfoques pueden aportar beneficios, a la larga son insuficientes y bloquean la capacidad de las empresas para escalar rápidamente iniciativas digitales y llegar a ser verdaderamente digital. Y es que, al final, no hay atajo que valga. Conseguir escalar exige un Core inteligente, una base ágil capaz de responder a los cambios del mercado de forma dinámica. Alcanzar este nivel no es fácil, pero merece la pena. Según un estudio de IDC, las empresas que priorizan lo digital son el doble de rentables y aumentan sus ingresos ocho veces más rápido que sus homólogas no digitales del mismo sector.
Veamos en detalle cómo es un Core de TI con perspectivas de futuro y cómo deben evolucionar los procesos, las estructuras y el liderazgo para respaldarlo.